top of page

Relatos

Otto viene caminando con bastón y un gorro que lo hace parecer un detective de los años cincuenta. Parece un personaje sacada de un novela. Con su metro ochenta y ocho impone presencia. Tiene 88 años. Desde que lo conozco siempre lleva en el bolsillo derecho una libreta y en el izquierdo una birome. En esa libreta gastada que la exprime hasta el último espacio, tiene escritos pequeños poemas, ideas, sensaciones, lo que ve. Su pasión siempre fue la escritura. Sin embargo nunca lo demostró siempre lo hizo en silencio. El fútbol se llevo la mayoría de sus palabras. El corazón otras.

 

Padre de seis hijos, tres varones y tres mujeres. Vino a la Argentina a los 20 años. Vivió siempre en el barrio de Belgrano. En silencio y sin reproches tuvo que esperar a que lleguen los nietos para poder compartir esta pasión. Ahí entro yo.

 

El sol se dibuja sobre la mesa. Besa suavemente la madera y abraza las dos pintas de cerveza que están entre nosotros. La música suena de fondo y acompaña. Hace tiempo que busco poder generar este momento. Ve mi ansiedad y se lo nota alagado. Al mismo tiempo nota mi timidez y me dice que me quede tranquilo. Primero tomemos las cervezas para relajarnos y después empezamos. Por supuesto accedo a su propuesta.

Captura de pantalla 2018-08-23 a la(s) 1

Otto, se hace notar entre la gente. No es apropósito. Simplemente sabe hacerlo.

Se terminan las dos pintas. Señal de que hay que pedir otra ronda y comenzar con lo que vinimos a hacer. Lo miro y me da con la mano la señal universal del “venga, largue la primer pregunta”. Otto es uno de esos abuelos a los que no se les nota la edad. Se desenvuelve bien en todos lados. Te compra con su sonrisa. Y sabe que se nota que hay un océano de sabiduría en esos ojos azules. Siempre está dispuesto a darte una mano.

 

¿Cuándo supiste que querías escribir? 

​

Toda la vida supe eso. Desde chico cuando me encerraba en mi cuarto y lo único que hacia era escribir. Cuando llegué acá solía hacerlo sobre los goles que escuchaba en la radio. Hacía mis propias crónicas de los partidos y después las guardaba. No se las mostraba a nadie. Me quedaba en la cancha después de los partidos disfrutando el silencio y rememorando el encuentro. Era mi lugar.

 

Ante esta afirmación hace un gesto y se apunta al corazón. Es evidente que cada vez que se pone frente a la hoja -me ve anotando en el celular y afirma, parece que el lápiz y el papel lamentablemente van a morir- lo hace con el bobo abierto de par en par. Pone la piel en cada palabra y en cada texto. Es lo que le gusta hacer. Es el momento en el que siente libre, se siente feliz, tal como él me dice. Se le dibuja una sonrisa en la boca y afirma, “creo que a vos te pasa algo igual, lo noto.” No se lo puedo negar es así.

 

Sin embargo encaraste para otro lado, ¿por qué?, le pregunto. Mira con nostalgia hacia la calle. Eran otros tiempos yo tenía otras obligaciones y pensé que eso lo iba a poder hacer siempre. Creía que me dedique a lo que me dedique el tiempo para escribir iba a estar. Y la verdad es que no fue así. Hace una pausa y con la mirada perdida observa como la moza nos deja la segunda ronda. Respira profundo y sigue, todo te va demandando tiempo. Te va llevando a otro lado y terminas olvidándote de lo que realmente te gustaba. No es que me queje, por suerte le pude dar una buena vida a mi familia. Pero siempre me quedó eso como asignación pendiente, ¿sabés?. Tengo 30 años y lo sé.

 

¿Cómo nace tu pasión por el fútbol?

​

Fue subiendo de a poco. Al principio no lo entendía mucho. Allá en Suecia no se hablaba del fútbol como acá. Ahora es otra cosa. Pero acá de a poco me fui acomodando y empecé a entender la pasión argentina. Yo me subía como mi bicicleta al tren y recorría los ramales. Lo hacía para conocer la provincia y la ciudad, este país a mi me cautivó. Y es en esos recorrido en que muchas veces me cruzaba con gente que iba a la cancha de tal o cual club y me sumaba. El fútbol siempre unió a los argentinos, a todos y yo, como extranjero, vi ese nicho como mi entre a la sociedad. Lo entendí y lo aproveché.

 

Sin embargo ninguno de tus hijos es fanático del fútbol ni sabía de tu faceta escritora.

​

No, eso siempre lo guardé y sólo lo supo tu abuela. Pero ella respetaba mi lugar y era reservada. Por momentos me arrepiento de no haberlo compartido con ellos pero por eso lo hago con mis nietos. Esa es una de las ventajas que te da la vida. Los nietos son como una segunda oportunidad para tratar de aprovechar y corregir todos los errores que cometiste con tus hijos o hacer distintas muchas cosas. Hay que saber verlo y aprovecharlo. Ojo, conectarse con un nieto no es fácil. Requiere trabajo pero lo vale.

 

Me mira y me agarra la mano. Sé que sabe que qué yo sepa de su faceta escritora es mas una casualidad que otra cosa. Pasó porque una vez hurgando encontré unos libros llenos de historias escritas a mano y me puse a leerlas. Cuando me encontró leyéndolas al principio se enojó, luego le gustó ver que las leía compenetrado y hasta hace un tiempo ese había sido nuestro secreto. Esas historias narraban a la máquina de River, el mundial 78 y hay incluso un poema dedicado al gol del Diego en el 86. Es un sueco bien argentino.

 

¿Pensás que algún día la vas a poder cumplir?

​

La verdad que no lo sé. Siempre tengo la esperanza pero ya los dedos no me andan como antes, me comenta y se ríe. La cabeza está un poco mas quedada y no sé usar todas estas tecnologías que usan ustedes. Se queda mirando mi celular. Mi tiempo pasó, es el tuyo ahora. Y después será el de otro. Es así. Igual nunca voy a dejar de tener ganas de escribir. Esa remmington (se refiere a la máquina de escribir que me regaló para mi cumpleaños), tiene miles de historias en cada tecla, espero que las puedas encontrar. Tenés que dejarte guiar nada más. Escribir es como bailar, como tocar un instrumento, sólo tenés que sentir el ritmo y dejarte llevar. Las palabras quedan, la música también.

 

Otto es un hombre de familia. Se dedico a ella. Y cada integrante está profundamente agradecido se lo reconoce y él lo sabe. Sin embargo hay un sueño que nunca pudo cumplir. El de publicar una de sus historias. Hoy estoy intentando cumplirselo publicando la suya. O al menos intento rendirle un pequeño homenaje. “Cuidado con lo que pones y acordate siempre que estas manos tienen mas historias que contar que esta lengua”, hace una mueca y se sube el colectivo.

​

Me quedó pensando y lo veo irse. Es un hombre lleno de vitalidad que aun a sus 88 años todavía no terminó de cumplir todos sus deseos. Sigue escribiendo pero cada vez menos. Por momentos me confiesa que sabe que se está apagando. Pero tiene mucho que contar. Es Otto el escritor silencioso.

© 2018 por RnG Revista . Creado con Wix.com

  • w-facebook
  • shape-vimeo-invert.png
  • Twitter Clean
bottom of page